Atrapados en parte por la locura de las compras navideñas, el “Black friday”, y esa necesidad imperiosa de estar un poco a la última en cuestión de gadgets, aunque de manera racional y ajustada en cuanto a precio-necesidad, nos hemos obsequiado con un par de reproductores de la marca de la manzana.
En concreto con 2 ejemplares del iPod nano de tercera generación (antes llamados minis), con 4GB de capacidad y únicamente disponible en color plateado. La primera sensación que tienes cuando te llevas a la mano uno de estos (también llamados por algunos como “cabezones”) es la de estar sujetando una tarjeta de crédito ligeramente engordada. La segunda sensación viene al encenderlo a plena luz del día y con el “lorenzo” ametrallando millones de fotones sobre la pantalla de 2″ y comprobar como (incluso con un brillo del 60%) se puede ver perfectamente el contenido que está reproduciendo.
Nada que ver con el iPod shuffle que Proporta me regaló, ni con el Zen Microphoto que todavía nos acompaña (R.I.P. el primero de los 2 de los que disponíamos).
Ya descansan ahora en sus fundas de silicona Marware, retozando podcasts, música y miles de fotos, calendarios y agendas sincronizadas con iCal y GCalendar, y varios juegos con los que entretenerse en esos viajes en coche, paseos al perro, y domingos por la mañana en la cama como hoy. Un fin de semana tranquilo, de muchas series (IT Crowd, A 2 metros bajo tierra) y alguna película, y patinaje en linea con Neo, nuestra mascota, por el río.